Javi era un chaval feliz. Desde que comenzó la semana una mezcla de euforia e impaciencia reverberaba en su interior, y con mayor intensidad conforme se acercaba el sábado. No, no es porque el sábado le tocara con la parienta ni nada de eso, sino porque se acercaba el partido contra su rival talismán: el conjunto cubero, el único equipo al que le para todo lo que tira. O el único al que le para alguna, quien sabe…
Por otra parte, dicha euforia también respondía a su deseo de hacerse publicidad gratuita, ya que sabía que los corresponsales de
Así que Javi se puso a hacer campaña. El primer paso es el denominado “Aquí estoy yo”, debía hacer notar su presencia durante la semana para que en el seno del local más verde de la provincia resurgieran los fantasmas de sus actuaciones anteriores.
Bueno, más bien lo que hizo fue ir a
El segundo paso en su agenda fue el “Aquí estoy yo otra vez”, yendo a
Pero otros oscuros deseos pertrechaba en su mente… el plan secreto del portero fumador no era otro que tener roce con el Gamba. Todo aquello estaba urdido desde el principio con el fin de que el cronista cubero sintiera la necesidad de conocer a su nuevo protagonista, y una vez allí Javi deseaba mimarlo, acariciarlo, estrujarlo… Ese nuevo pelico rubio se había convertido en su única obsesión.
En los minutos previos al encuentro, Javi acometió la última parte de su plan, se acercó al genuino albino ilicitano y entabló una conversación que manejo con astucia y alevosía, logrando por fin su objetivo: que el Gamba se comprometiera a ir a celebrar con él uno de sus goles. A partir de ahí una cosa llevaría a la otra, una cenica, unas flores, la cubitera con champán, el bote de vaselina…
Y si, finalmente lo consiguió (no todo, eh): pudo abrazar apasionadamente al 11 cubero y se fue completamente satisfecho a casa. O bueno, casi completamente satisfecho, porque si uno se mira el carnet de identidad y la foto se está apartando para que los de
Ambiente de derby en el Mediterrani para que
Todos los fantasmas cuberos acudieron en tropel al Mediterrani cuando Atlas se adelantó en el marcador, en lo que se preveía desde entonces un partido con
El segundo tiempo no tuvo mayor historia dado que un cansado conjunto local bajó los brazos conforme avanzaba el crono… con lo que el plan de Javi llegaba a su recta final. La próxima vez que rematara el Gamba se dejaría el gol y podría, por fin, tenerlo en sus brazos. Y así fue, el anhelado momento llegó y el meta local apunto estuvo de soltar una lagrimita: por fin comprendió que los sueños pueden llegar a hacerse realidad. Ahora mismo está en su casa con una sonrisita tonta en su cara, pensando en ese momento tan dulce, tan sentido, tan… tan… no, no hay palabra en el idioma castellano que defina como fue tan dulce momento para él.
Pero para mí solo ha sido uno más en mi lista.
No podemos concluir la crónica sin nombrar a quien siempre nombramos: Il Muro. Como no podía ser de otra manera, 4 minutos como jugador le dieron para mucho: intentó colársela al arbitro simulando un penalti (ni Michael Phelps podría igualar su piscinazo) para desequilibrar el partido (suponemos que en Albatera un 17-4 será un marcador ajustado, y querría erigirse en el héroe salvándonos del posible empate), y se reivindicó con dos goles de bella (los cojones!) factura, aunque tiene más mérito si cabe si tenemos en cuenta que sus compañeros no se la querían pasar.
Pero esa eficacia anotadora ha tenido un efecto colateral devastador para el equipo. Fuentes cercanas al Tropicales (porque siempre que viene a
Último apunte sobre el Zidane de los depósitos del agua: creo que me ha dado la invitación de boda de otro, porque pone “Eluterio”…
El crack: Javi. Cumplió su deseo de ser protagonista en el partido contra
El dandy: Il Muro. Sorprende y mucho la efectividad pasmosa de Il Muro: mete goles con la misma facilidad con la que los encaja.
¡Vaya día! Guerrero. Según su punto de vista, intuimos que Silvestre salía en los primeros episodios de Tom y Jerry, pero como no se llevaba muy bien con los otros dos que iban de estrellitas se largó con Piolín, que le daba más cancha.
La dura: Mavi. Su pertinaz e impopular negativa a enseñarnos un pezón demuestra de forma tácita que su aureola tiene la forma de una Marie Lu (integral, para más señas).